El cambio climático en tiempos de Trump

«Parece paradójico que Trump pretenda que América vuelva a ser grande firmando órdenes ejecutivas que agravan el cambio climático y las cuentas de resultados de los bancos y aseguradoras». Así concluye este análisis Ana Barreira, directora del Instituto Internacional de Derecho y Medioambiente y Máster Estudios Jurídicos Internacionales en la New York University. ¿Cómo afrontar la lucha contra el cambio climático en la nueva era Trump?

[Artículo publicado originalmente en Agenda Pública]

Cuando el presidente Donald Trump asumió el cargo, se apresuró a firmar decenas de órdenes ejecutivas que afectarían negativamente la lucha contra el cambio climático. Esto ocurrió en un momento en que se reveló que 2024 fue el primer año calendario en superar los 1,5 °C por encima del nivel preindustrial. Esas órdenes incluyeron la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París, la autorización de ciertas perforaciones petroleras, la suspensión de concesiones para energía eólica marina y la revocación de políticas de promoción de los vehículos eléctricos, afectando a toda la industria energética estadounidense, entre otras medidas.

Negacionista del cambio climático, Trump cree que esas medidas impactarán positivamente en la economía estadounidense y harán que América vuelva a ser grande (MAGA, por sus siglas en inglés). Sin embargo, ignora la fuerza de la naturaleza y el carácter sistémico de todo lo que sucede en la Tierra. Esta falta de comprensión también se refleja en las decisiones de algunos bancos estadounidenses —JPMorgan, Citigroup y Goldman Sachs—, que se retiraron de la Alianza Bancaria Cero Neto. Mientras tanto, algunos bancos europeos amenazaron con hacer lo mismo. En Davos, António Guterres les dijo a esos banqueros: «son cortoplacistas y están en el lado equivocado de la historia».

Ya en 2006, la Stern Review sobre la economía del cambio climático advirtió que, sin acción, los costos globales del cambio climático equivaldrían a una pérdida de al menos el 5% del PIB anual de forma indefinida.

Los políticos deben recordar que el Marco de los Límites Planetarios advierte de forma consistente que la humanidad se está acercando a los límites de un espacio seguro de operación. Ya hemos superado seis de los nueve límites: cambio climático, balance de agua dulce, cambio en el uso del suelo, integridad de la biosfera, flujos de nitrógeno y fósforo, y nuevas entidades como microplásticos, disruptores endocrinos y contaminantes orgánicos.

En su Sexto Informe de Evaluación (6AR), el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) enfatizó que el uso de combustibles fósiles es el principal impulsor del calentamiento global. Destacó que el cambio climático ya está provocando fenómenos meteorológicos extremos con impactos adversos, pérdidas y daños en ecosistemas y sociedades humanas. Los últimos años han dejado ejemplos contundentes: las inundaciones catastróficas en Pakistán en 2022 y 2023, las graves inundaciones en Europa en 2024, incluida la gota fría en València, España, y sequías generalizadas que han afectado tanto a países desarrollados como en desarrollo, con importantes consecuencias económicas. Apenas días antes de la investidura de Trump, Los Ángeles sufrió incendios forestales de gran magnitud, y un estudio determinó que eventos como ese son cada vez más probables debido al cambio climático.

Los impactos del cambio climático y la degradación de los ecosistemas afectan gravemente al sector asegurador y a las inversiones financieras debido a los riesgos físicos y de transición. Los riesgos físicos derivan de los daños directos a activos e infraestructuras causados por eventos meteorológicos extremos, lo que provoca un aumento de las reclamaciones de seguros y una devaluación de los activos. Los riesgos de transición surgen del cambio hacia una economía baja en carbono, incluyendo modificaciones en las políticas, avances tecnológicos y cambios en las percepciones del mercado. Es crucial reconocer que los riesgos físicos persistirán independientemente de las modificaciones políticas derivadas de órdenes ejecutivas o de la retirada de alianzas.

En los últimos cinco años, el sector asegurador ha enfrentado pérdidas crecientes debido a eventos meteorológicos extremos e incendios forestales, una tendencia agravada por el cambio climático. En 2023, las catástrofes naturales provocaron pérdidas económicas por 280.000 millones de dólares, con pérdidas aseguradas de 108.000 millones (40%), superando la media de los diez años anteriores de 89.000 millones. En la primera mitad de 2024, las pérdidas aseguradas alcanzaron los 62.000 millones de dólares, aproximadamente un 70% por encima de la media de los últimos diez años, impulsadas por incendios forestales extremos, sequías e inundaciones.

En Estados Unidos, las aseguradoras están retirando la cobertura a propietarios de viviendas, especialmente en zonas propensas a incendios como Los Ángeles, dejando a las víctimas sin seguro mientras las compañías y los reguladores luchan por gestionar los costos impredecibles de los desastres climáticos. Irónicamente, muchos de esos propietarios y compañías de seguros probablemente apoyaron y financiaron la campaña de Donald Trump.

Según la Agencia Europea de Medioambiente, los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos causaron pérdidas económicas estimadas en 738.000 millones de euros entre 1980 y 2023 en la Unión Europea, con más de 162.000 millones (22%) ocurridos entre 2021 y 2023. Los análisis estadísticos revelan que las pérdidas económicas han aumentado con el tiempo y que los últimos tres años están entre los cinco de mayores pérdidas anuales registradas. Del mismo modo, la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) informó que en 2024, Estados Unidos sufrió veintisiete desastres climáticos y meteorológicos con pérdidas superiores a 1.000 millones de dólares cada uno. Estos eventos incluyeron una sequía, una inundación, diecisiete tormentas extremas, cinco ciclones tropicales, un incendio forestal y dos tormentas invernales. En conjunto, estos eventos causaron la muerte de 568 personas y tuvieron un impacto económico significativo en las áreas afectadas. Y eso sin contar los incendios de Los Ángeles en 2024, que por sí solos provocaron daños estimados entre 250.000 y 275.000 millones de dólares.

El cambio climático también impacta a los bancos a través de efectos directos e indirectos sobre sus actividades y el valor de sus activos. Por ejemplo, las propiedades dañadas por fenómenos meteorológicos extremos pueden perder valor, reduciendo la garantía para los préstamos. Los valores respaldados por hipotecas y las inversiones inmobiliarias en zonas de alto riesgo también pueden experimentar devaluaciones. En 2024, el análisis de escenarios climáticos de la Reserva Federal sugirió que los mayores bancos de EE. UU. podrían enfrentar un aumento en los impagos de préstamos debido al cambio climático y la transición hacia una economía descarbonizada.

En la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible de la ONU en 2002, se reconoció que la integridad de los ecosistemas proporciona recursos y servicios esenciales no solo para el bienestar humano, sino también para las actividades económicas.

Resulta paradójico que Trump pretendiera hacer que América volviera a ser grande firmando órdenes ejecutivas que agravan el cambio climático y la degradación de la naturaleza. Un clima estable y ecosistemas saludables son esenciales para la vitalidad de los sistemas económicos y sociales. La falta de perspectiva sistémica de Trump socava su objetivo, ya que las fuerzas de la naturaleza no reconocen fronteras políticas ni mentales. La Unión Europea también debería tomar nota, especialmente ahora que la Comisión Europea ha publicado A Competitive Compass, donde la competitividad parece ser el objetivo y no un principio, al planear la simplificación de medidas necesarias para proteger el sistema climático.

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